SUS RELIQUIAS

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Apenas expiró, al punto, los cristianos se apoderaron de su cuerpo, el cual ungieron con perfumes y ungüentos para que se conservase. Los catananeses comprendieron desde el primer momento la grandeza y valor de su paisana mártir y colocaron sus despojos en un sarcófago de piedra del cementerio cristiano, en la parte llamada “area martirum”, como lo atestigua una inscripción del siglo III que habla de una niña, llamada Julia, sepultada cerca de la puerta del lugar de los mártires.

Nos cuentan las Actas, que cuando se le estaba dando sepultura al cuerpo de Águeda, llegó hasta el santo cuerpo sin vida, un cortejo de unos cien mancebos. Uno de ellos, colocó junto a la cabeza de la Mártir una tableta que contenía la inscripción: “Mentem Sanctan, Spontaneam, honorem deo et patriae liberationem”. En cuanto colocaron este epitafio junto a la Santa, desaparecieron y nadie jamás los volvió a ver. Fue este un elogio celeste, con el que el Cielo quiso ensalzar la figura heroica de la Mártir catanese y premonición loable, pues será desde aquel momento, libertadora y aliento de su ciudad en los difíciles momentos por los cuales ha pasado la milenaria Catania.

Fue tan grande la fama de santidad de nuestra Santa desde el primer instante de su muerte, que pocos años después, el obispo de Catania, San Everio (hacia el 270), mandó construir una capilla en el lugar del sepulcro de Águeda, que él mismo consagró bajo la advocación de Nuestra Señora de Belén.

Posteriormente y una vez terminadas las persecuciones contra los cristianos con el Edicto de Milán (año 313), el sepulcro con su cuerpo incorrupto, es trasladado y solemnemente instalado en un templo, levantado para custodiar tan gran tesoro y que hoy es conocido con el nombre de Sant’ Agata la Vetere. Aquí estará hasta el año 1040, año en el cual, Giorgio Maniace, comandante en Sicilia del ejército imperial Bizantino mandó transportar a Constantinopla, como regalo al emperador, el cuerpo de Santa Águeda y el de Santa Lucía.

En la capital bizantina permanecerá durante 86 años. Fue el 17 de agosto de 1126, cuando las Reliquias volvieron a Catania, gracias a la astucia y valentía de dos soldados de la guardia bizantina, llamados Gisliberto y Goselmo. Serán instaladas en la nueva Catedral, construida por mandato del conde Ruggero en el año 1094 y aquí serán custodiadas hasta el día de hoy.


Reliquias de Santa Águeda en Catania.

En la actualidad, las Reliquias se conservan en nueve relicarios. El primero y más importante es el busto, que conserva el cráneo, los huesos de la caja torácica y otras partes del cuerpo de la Santa, como por ejemplo las vísceras. Fue realizado por el orfebre Giovanni di Bartolo en el año 1376.

Busto-relicario de Santa Águeda, 
donde se conserva el cráneo y reliquias de la caja torácica.

Cráneo de Santa Águeda.

Otros dos relicarios, conservan las manos y los brazos; otros dos custodian los fémures y otros dos los pies y las piernas. Al igual que el busto, fueron realizados por el mismo orfebre y en el mismo año.

Relicarios de las piernas y pies, de los brazos y manos de Santa Águeda.


Mano de Santa Águeda.


Pie de Santa Águeda (todavía se pueden apreciar las marcas del fuego).

En el año 1628, se realiza otro relicario que guarde uno de los pechos de la santa y en el 1915, otro que custodie el milagroso Velo, distintivo de Virgen consagrada que llevó nuestra Santa durante su vida y que en múltiples ocasiones ha detenido las coladas de fuego provenientes del Volcán Etna.

Relicarios del Velo y del pecho de Santa Águeda.


Relicarios de Santa Águeda expuestos para la fiesta del 17 de agosto. Catedral de Catania.

Caja en la que se custodian y procesionan el conjunto de relicarios excepto el busto.

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Nuestro paisano y miembro de la Junta Directiva de la Hermandad, Manuel Jesús López, en Catania vistiendo el "sacco" y portando la caja que contienen las Reliquias de nuestra Patrona, durante la procesión del 17 de agosto de 2009. Bien podemos afirmar que Sorihuela está presente en Catania y que un hombro sorihueleño ha tenido el orgullo de llevar nuestro mayor tesoro.