PATRONA DE SORIHUELA


Texto de Manuel Jesús López Felgueras.

Desde sus orígenes, Sorihuela se postra ante Santa Águeda. Cuando ya empezaba a germinar en estas tierras rojizas y accidentadas un pequeño núcleo de población, en los corazones, ya latía y reinaba Santa Águeda.

Por lo tanto, la Villa de Sorihuela, ahonda sus raíces cristianas en la devoción a la Santa Mártir y ciertamente puede decirse que Sorihuela es Santa Águeda y Santa Águeda es Sorihuela. Dos nombres propios inseparables, unidos desde hace siglos, ambos conforman la seña de identidad de un pueblo y la fe de vida de sus habitantes.

De orígenes un tanto inciertos, el término de Sorihuela fue ocupado por el ser humano desde la más remota antigüedad, apareciendo vestigios de diferentes periodos de la prehistoria y de la historia. Lo cierto es que la Sorihuela que hoy conocemos, surge en época medieval, a partir del siglo XIII. Coincide el nacimiento de la propia Sorihuela con el de la devoción a Santa Águeda.

Conviene indicar que en época musulmana, en el lugar que hoy se enclava nuestra Villa, existía una antigua avanzada que servía de defensa a la fortaleza de Iznatoraf y que fue tomada por los cristianos, con el Rey Fernando III “el Santo” y D. Rodrigo Ximénez de Rada a la cabeza.

Según la tradición más arraigada, cuando el Rey Santo se dispuso a ganar a los musulmanes esta zona, era el 5 de febrero del año 1224 según unos, o 1235 según otros. Como tenían costumbre los reyes cristianos, antes de la batalla, participaban de la celebración de la Santa Misa y en ella, se encomendaban a Dios, a la Virgen Santa María y a los santos, especialmente a aquellos de los que se hacía memoria en el día. Los cristianos se hicieron rápidamente con el territorio y empezaron a venerar como protectora a la Santa del día, que no era otra que Santa Águeda.

Posteriormente, la zona fue repoblada con cristianos, venidos sobre todo de lo que hoy es Castilla León, que acompañaron al propio rey San Fernando y que formaban parte de las huestes cristianas.

A la sombra de aquella pequeña fortaleza que servía como avanzada a la matriz de Iznatoraf, se fue agrupando un grupo de personas, dedicadas a tareas agrícolas, que levantaron un sencillo templo y que pusieron bajo la dedicación de la Señora Santa Águeda Virgen y Mártir.

No mucho después de aquella “conquista” cristiana, la naciente Sorihuela, fue entregada por San Fernando a Iznatoraf como aldea y otorgada como señorío a la Mitra Arzobispal de Toledo, entrando a formar parte del llamado Adelantamiento de Cazorla. No será hasta 1595 cuando “el lugar de Sorihuela” se exima de la jurisdicción que sobre él tenía Iznatoraf. En este año, alcanzará el título de Villa, de manos del rey Felipe II y gracias al esfuerzo de sus vecinos, que tuvieron que hacer frente a numerosos pagos para poder obtener dicho título y privilegio.

Retomando el origen de la devoción a Santa Águeda en Sorihuela, es justo decir que no todos los estudiosos están de acuerdo. La falta de fuentes escritas que nos lo aclaren, hace surgir opiniones de todo tipo. Lo que sí es cierto, es que la devoción a Santa Águeda en Sorihuela, es tan antigua como el propio núcleo de población y la consagración de Santa Águeda como titular de su parroquia es tan antigua como el primer templo que se levantó.

Esto se nos manifiesta en las Relaciones de Felipe II, año de 1575. En el capítulo XXXVIII de dichas Relaciones, se contesta por vecinos de la entonces aldea de Sorihuela, que “no hay más que una Iglesia Parroquial, su advocación de Señora Santa Águeda, y que como dicho tienen, es de obra muy frágil y la advocación de tiempos muy antiguos”.

Aquel primitivo templo, “de obra frágil”, que los primeros Sorihueleños consagraron a Santa Águeda, pervivió al menos durante tres siglos, con más o menos reformas. Fue hacia mediados del siglo XVI cuando Sorihuela emprende la construcción de un monumental templo en estilo Renacentista que se adecuara a la época de esplendor que estaba empezando a vivir y que culminaría con la consecución del título de Villa en 1595.

Varios arquitectos participaron en la construcción del templo: Andrés de Vandelvira, Sebastián de Solís, Alonso Barba… Primero se construyó la torre campanario y el grandioso presbiterio, que fue terminado en torno al año 1571. Esta primera fase de construcción se produjo en los años en los cuales ocupaba la Diócesis de Jaén como obispo D. Francisco Delgado.


Una segunda fase y que daría por concluidas las obras del templo, se llevó a cabo siendo obispo de Jaén D. Francisco Sarmiento de Mendoza. Este, de gustos más austeros que sus predecesores, redujo drásticamente el presupuesto que ya estaba destinado a la construcción del templo de Santa Águeda. Los habitantes de Sorihuela no podían hacer frente a los gastos que suponía paliar el recorte económico que había ordenado el obispo, pues ya se encontraban inmersos en los trámites y cuantiosos pagos de su independencia de Iznatoraf. La única solución era paralizar el proyecto original y concluir la obra de una forma más humilde y sencilla. Por fin, los Sorihueleños verían concluida la construcción de su templo en el año 1582.

Una vez terminadas las obras, se quiso dotar de un retablo la capilla mayor. En el año 1582, se compra por el precio de cien ducados un antiguo retablo de la iglesia de San Bartolomé de Jaén, que será colocado en el centro del presbiterio. Es entonces, cuando para presidir el retablo y presbiterio, se encarga a un tallista, del cual no se conoce el nombre, la magnífica imagen de Santa Águeda que nosotros conservamos.

De finales del siglo XVI y como he indicado anteriormente, de autor anónimo, es esta talla estofada de Santa Águeda. Encuadrable dentro de las líneas estilísticas de la Escuela Granadina según unos historiadores del arte, o de la propia Jiennense según otros, en transición del Renacimiento al Barroco. La Santa Mártir, se nos muestra de pie con pose solemne, portando en su mano derecha la palma y en la izquierda los pechos. Va ataviada a modo romano, con túnica y manto desde los hombros y con un tocado propio de las nobles romanas.

Con toda seguridad, en el siglo XVIII sufrió algún tipo de adaptación, consistente en algún repinte, sobre todo en manos, cara y pelo y en la inclusión en la misma talla de una peana de madera que serviría para fijarla a unas andas procesionales y en la que vemos la inscripción: “A expensas de Blas Leal y Blas Martínez”.

Por el cariño que los Sorihueleños profesamos a nuestra Patrona desde siempre, Ella no consintió que su imagen fuera destruida en la Guerra Civil como sucedió con casi la totalidad de las imágenes de nuestro templo. A pesar de varios de intentos de destrucción, la Santa permaneció firme los tres años que duró la Guerra, presidiendo su parroquia y la vida de su pueblo en su hoy desaparecido retablo en el centro de nuestro altar mayor. No tuvo la misma suerte una Reliquia de Santa Águeda que se veneraba en el retablo mayor junto a la imagen y, que se exponía a la veneración de los fieles cada 5 de febrero. Se perdió, al igual que otros tantos objetos sagrados de nuestro patrimonio.

Siglos de fervor, respeto y veneración a la Mártir catanese son los que avalan esta arraigada devoción. Tradición heredada de nuestros mayores y que ha llegado hasta nosotros invariable y con su esencia más pura. 

A pesar de las etapas duras de la historia, de no pocas vicisitudes y de los momentos que vive la sociedad actual en los que un aire antirreligioso impera, Sorihuela conserva su fe. Camina en busca de Dios, de su Verdad, y lo hace, como lo han hecho nuestros antepasados, a través de Santa Águeda, siguiendo sus huellas, cogidos de su mano y alentados por su palma, símbolo y testimonio de su ardiente fe y de su radiante testimonio, sellado con su sangre y marcado en sus heridas, abiertas en el martirio.